Pese a la implementación de diversos programas de estímulo cuantitativo (el último el EQ3), las expectativas de inflación siguen cayendo en EEUU a consecuencia de las políticas de reactivación económica de los bancos centrales, algunos incluso más agresivos que la Fed (Banco Central de Japón o Banco de Inglaterra); a lo que se suma la recesión en la eurozona que está enfriando la demanda de productos estadounidenses, así como la caída de precios de las materias primas exacerbada por el bache que atraviesan algunas economías emergentes. Todos estos factores sugieren que EEUU está importando deflación a través de un dólar más fuerte y un panorama económico global más debilitado. Según el análisis de Merrill Lynch Bank of America, desde principios de año la tasa de inflación en EEUU ha bajado a 1,5% mientras que el índice S&P GSCI de materias primas ha bajado en 4,2%. Y, aunque la desaceleración del crecimiento mundial todavía podría durar un poco más, los políticos van a encontrar muy difícil justificar el estar de brazos cruzados conforme las metas de inflación sigan cayendo por debajo de las expectativas en EE.UU. y Europa. Mientras tanto, los costos de la realización de coberturas contra la inflación han disminuido considerablemente, y están ganando atractivo como herramientas de diversificación de carteras. A este respecto, los commodities tienden a mantener una estrecha relación con la inflación y las expectativas de inflación en diferentes mercados, incluso más que los TIPS (bonos indexados a la inflación) o los bonos corporativos. Los productos básicos, detalla el banco estadounidense en un reciente informe, están estrechamente ligados a la inflación de dos formas. La primera es que el 40% de la cesta de productos del índice de precios al consumidor son commodities (básicos y sin procesar) como la gasolina, el combustible para calefacciones, azúcar y café, así como otros productos que requieren de los commodities para su elaboración. Otra vía por la cual los productos básicos inciden en el IPC es a través de las expectativas de inflación. Por ejemplo, un abrupto repunte en el precio del petróleo puede llevar a los empleados a demandar aumentos de sueldo, que indirectamente empujaría a las empresas a elevar los precios de sus productos en anticipación a mayores costos de producción. Sin embargo, y aunque los programas de estímulo cuantitativo puedan generar una influencia alcista en los precios de los commodities en general, otras firmas de análisis como Bursamétrica destacan que éstas tenderán a empeorar en el corto plazo, para retomar su tendencia alcista en el mediano plazo, cuando se den mejores indicadores económicos en China y en Estados Unidos. Con la inflación en niveles históricamente bajos, y sin guisas de que vaya a resurgir en el corto plazo, los metales preciosos como el oro y la plata que han observado un ajuste importante desde hace algunas semanas, llegando a cotizarse a 1,322 dólares y a 23 dólares por onza, respectivamente, podrían retomar la tendencia alcista en el segundo semestre del año apoyados en la liquidez vertida por los bancos centrales mundiales. A este respecto, la firma de análisis mexicana sugiere tomar posiciones largas en el oro cuando se toquen niveles cercanos a 1,380 dólares y vender hacia 1,500 dólares/onza, y en la plata comprar en 23 dólares y vender a 23,80 dólares por onza. Por otra parte, las recientes señales de recuperación de la demanda física del oro en China e India, los dos mayores consumidores del metal precioso, han llevado a que el metal dorado suba más de un 9% desde que tocase mínimos de dos años el pasado 16 de abril. Mónica Coronatti, Editora Sala de Inversión América
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